sábado, 19 de septiembre de 2009

VIENTOS DE OCTUBRE

Se me viene a mi cabeza y galopan los recuerdos de ... los vientos de octubre.

Si era cuando ya estaban cerca las vacaciones, porque ya iban a ser los examenes "finales"

Pero además me acuerdo que teniamos tiempo para jugar en la calle,las niñas poniendo tienditas, donde la carne de cuche era la hojita verde con vereditas, la carne de res era la verde solo, las priedrecitas eran los frijolitos,los tomates unas bolitas rojitas, las cebollas, etc. pero lo más bonito mi balanza, que la había hecho con dos cajitas de fosforos y un palito, y las pesas eras otras piedrecitas que le poniamos nombres la que pesaba una libra, la que pesaba media libra, y asi pasabamos la mañana vendiendo y comprando y los niños jugando al futbol, con los gritos de gooooooooooooollll, y otros con sus hondillas tratando de ser mayores, dandose cada "vergazo" porque es lo único que se hacían, y otros volando las "piscuchas".

Recuerdo también el poema de nuestro poeta salvadoreño Alfredo Espino, pues recientemente fallecio mi madre y me gustaría hacerle este homenaje:

Poema Las Manos de Mi Madre
de Alfredo Espino

Manos las de mi madre, tan acariciadoras,
tan de seda, tan de ella, blancas y bienhechoras.
¡Sólo ellas son las santas, sólo ellas son las que aman,
las que todo prodigan y nada me reclaman!
¡Las que por aliviarme de dudas y querellas,
me sacan las espinas y se las clavan en ellas!

Para el ardor ingrato de recónditas penas,
no hay como la frescura de esas dos azucenas.
¡Ellas cuando la vida deja mis flores mustias
son dos milagros blancos apaciguando angustias!
Y cuando del destino me acosan las maldades,
son dos alas de paz sobre mis tempestades.

Ellas son las celestes; las milagrosas, ellas,
porque hacen que en mi sombra me florezcan estrellas.
Para el dolor, caricias; para el pesar, unción;
¡Son las únicas manos que tienen corazón!
(Rosal de rosas blancas de tersuras eternas:
aprended de blancuras en las manos maternas).

Yo que llevo en el alma las dudas escondidas,
cuando tengo las alas de la ilusión caídas,
¡Las manos maternales aquí en mi pecho son
como dos alas quietas sobre mi corazón!
¡Las manos de mi madre saben borrar tristezas!
¡Las manos de mi madre perfuman con terneza!

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Pero despúes esta la que todos los niños y niñas nos la sabíamos para recitar a los familiares o invitados en nuestra casa:

Poema El Nido
de Alfredo Espino

Es porque un pajarito de la montaña ha hecho,
en el hueco de un árbol, su nido matinal,
que el árbol amanece con música en el pecho,
como que si tuviera corazón musical.

Si el dulce pajarito por entre el hueco asoma,
para beber rocío, para beber aroma,
el árbol de la sierra me da la sensación
de que se le ha salido, cantando, el corazón

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