martes, 25 de diciembre de 2012

"ORGULLOPIPIL"



LOS DESCENDIENTES DE LOS MAYAS

       El bisnieto del líder indígena que encabezó la insurrección campesina y que murió colgado, narra cómo su familia tuvo que ocultar su procedencia durante mucho tiempo renunciado a sus raíces, pero además exige que el gobierno salvadoreño y el presidente Mauricio Funes reconozcan la masacre para dignificar a los pueblos originarios.




     Rosalío Antonio Ama, uno de los descendientes del líder campesino que dirigió la insurrección campesina de 1932, narra cómo su familia sobrevivió a la persecución y continúa trabajando por el reconocimiento de los derechos de los pueblos originarios en el país.
Don Chalío, como le conocen, conserva muy marcados los rasgos, facciones indígenas del linaje de la etnia pipil de Izalco y además la convicción por hacer valer los derechos de los indígenas que han logrado sobrevivir a la discriminación e intentos de aniquilación de las raíces mayas pipiles en El Salvador.

“Nosotros continuamos despreciados, si no nos damos a reconocer nunca vamos a ser reconocidos. El reconocimiento es importante porque hasta la vez nosotros no tenemos nada, no tenemos acceso a la salud, no tenemos garantía de nuestros derechos”, explica el hombre de 75 años.
Ama dice que el sufrimiento para los pueblos indígenas no ha terminado desde que llegaron los españoles. Se considera profesional por estar acostumbrado al trabajo duro del campo, pero ese trabajo no es reconocido como tal y muchos de los indígenas no tienen siquiera una tierra propia para trabajarla.

Según don Chalío, las condiciones que impulsaron el levantamiento campesino de 1932 apenas han mejorado, las condiciones de vida para los indígenas continúan siendo decadentes, no pueden ser dueños de una tierra para trabajarla y no son reconocidos como tales.

La historia

      Las protestas consideradas insurrección por el gobierno militar de Maximiliano Hernández Martínez obtuvieron una respuesta: la orden de ejecución de todo el que se alzase contra el régimen. Algunos textos hablan de unos 25 mil campesinos ejecutados en el parque central de Izalco, don Chalío en cambio dice que son más de 35 mil.

     “Nada de reconocimiento, ni para que podamos decir que podemos honrar a los familiares de los abuelos. El 22 de enero conmemoramos a nuestros familiares que murieron en 1932. El Estado debe reconocer la masacre de nuestras familias, el Presidente Funes debe reconocer la masacre de Izalco de 1932 para darnos nuestro lugar”, afirma Ama.

Desde enero de 1932 los campesinos y especialmente todos los miembros de la familia Ama o sus descendientes debieron renunciar a sus raíces, dejaron de usar el traje típico de manta, tuvieron que cambiarse hasta el apellido y dejaron de hablar su lengua, el náhuat.
“A mi abuelo lo salvó el volcán… mi abuelo iba para el pueblo cuando lo detuvieron los militares, lo bajaron del caballo y se lo llevaron por una vereda que daba directo al volcán y lo pusieron como en el paredón para dispararle”, cuenta don Chalío.

Cuando los militares detuvieron al abuelo de Chalío le preguntaron su nombre y al escuchar el apellido Ama, inmediatamente  le dijeron “ah… esos son de los que andamos buscando” y se lo llevaron para ejecutarlo.

Pero justo cuando los soldados se pusieron frente a él, “la tierra tembló y volcán empezó a rugir”, me contó mi abuelo. Y los mismos soldados que iban a ejecutarlo le pidieron que los sacara por otro camino antes que el volcán hiciera erupción y murieran alcanzados por la lava.

La negación de sus raíces

     El peligro que representó durante muchos años aceptar su linaje indígena y sus raíces y hasta las persecuciones contra los descendientes directos o cercanos de Feliciano Ama, hicieron que los miembros de ese árbol genealógico se escondieran.

Poco a poco fueron perdiendo su lengua natal y adoptaron por completo el español. Sus trajes de manta y los caites fueron reemplazados por pantalones de otras telas y los zapatos de cuero.
Muchos tuvieron que cambiar sus apellidos indígenas para lograr sobrevivir, pero Don Chalío explica que la identidad es más fuerte que cualquier cosa.

El descendiente de Feliciano Ama asegura que este es el momento en el que los pueblos indígenas deben hacer valer sus derechos, sus raíces y es por eso que buscan ser reconocidos

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